La Siesta en la Costa Alicantina: arte, cultura y deporte nacional

Pocos actos son tan españoles, tan placenteros y tan necesarios como la siesta. En Alicante, esta tradición se vive con especial devoción. Aquí, la siesta no es pereza, es inteligencia emocional, adaptación climática y puro arte popular. Te contamos por qué dejarse caer en la cama (o en la hamaca) después de comer es casi una religión al borde del Mediterráneo.

Abahana Villas - Hamaca colgante en la Villa Harmonia.

Abahana Villas - Hamaca colgante en la Villa Harmonia.

Dormir después de comer: ¿costumbre o instinto de supervivencia?

Cuando el reloj marca las 15:00 y el sol todavía se cuela por las rendijas, en muchos lugares del mundo la gente sigue trabajando. Pero en la Costa Blanca, sabemos algo que el resto aún no ha comprendido del todo: no se lucha contra el calor, se le esquiva con una buena siesta.
No es casualidad ni holgazanería. Es una respuesta ancestral al clima, al ritmo del cuerpo y, por qué no decirlo, al buen vivir. Dormir un rato después de comer no es un capricho, es sabiduría mediterránea, bien lo sabe la hamaca ibicenca de nuestra Villa Philia.


La liturgia de la siesta bien hecha

En esta tierra, la siesta tiene su protocolo. No es tumbarse sin más, es un ritual con pasos muy claros:

  • Comer bien (y si hay vino fresquito, mejor).
  • Bajar persianas hasta conseguir el modo “cueva silenciosa”.
  • Silenciar el móvil: quien llama a estas horas, no te quiere bien.
  • Elegir ubicación estratégica: cama, sofá, o tumbona con brisa.
  • Rendirte sin culpa: porque descansar no es perder el tiempo, es ganarlo.

Eso sí, la siesta playera es la modalidad estrella. Si el cuerpo te pilla lejos de casa... no pasa nada, aquí se siestea donde se puede: en la toalla, bajo una sombrilla, con la sal todavía en la piel y el murmullo del mar como nana.
Es esa siesta sin reloj, con una revista tapándote la cara, el cuerpo medio torcido y la cabeza en otro planeta, la versión más libre, salada y bendita de todas.

El arte de rendirse al Mediterráneo

En nuestras villas, cada rincón invita a entregarse a ese momento suspendido en el tiempo. Las tumbonas acolchadas junto a la piscina abrazan el cuerpo mientras el agua acompaña con su rumor tranquilo. Bajo las sombrillas, la luz se filtra suave y crea un juego de sombras que arropa sin prisa como en Villa Breizh o en Aldaba. En los jardines, las hamacas suspendidas se balancean lentamente, como si compartieran el ritmo secreto del mar. Y en los salones abiertos al exterior, el aire fresco entra despacio, prolongando una calma que se siente infinita.
La siesta aquí no se busca: simplemente ocurre. Porque la mediterraneidad, con su luz y su calma, sabe cómo regalarte el momento perfecto para cerrar los ojos y dejarse llevar.


¿Y si la siesta fuera nuestro mejor invento?

Más allá del tópico, hay estudios que respaldan los beneficios de una siesta breve: mejora la memoria, reduce el estrés y sube el estado de ánimo. Pero aquí no hace falta que venga ningún científico a explicarlo.
Aquí lo sabemos desde hace siglos: después de comer, la mente descansa y el alma sonríe. Garantía de ello es la Villa Adora.
Es un arte que se hereda, dormir para vivir mejor.
Desde pequeños, se nos enseña a respetar la hora de la siesta.
En muchas casas aún se escucha ese mítico “¡no hagáis ruido, que está durmiendo el abuelo!”
Y así se transmite esta costumbre con cariño, humor y cierta solemnidad.
Porque si hay algo que une a generaciones, desde el yayo hasta el nieto, es ese ratito sagrado en que el mundo se detiene.
En la costa de Alicante, la siesta es más que un gesto: es una forma de ser.
Una pausa entre olas, arroz al horno y persianas medio bajadas.
Una declaración de intenciones en un mundo que corre sin sentido.
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que te diste el lujo de parar? Da un vistazo a Villa Ikal, cierra los ojos e imagínate ahí...

Entradas relacionadas
Abahana Villas - Detalle de las cúpulas azules de Altea.
Descubre las 4 Rutas Culturales de Altea: Un viaje por su historia y arte.

Altea se ha consolidado como el epicentro cultural y artístico de la Costa Blanca, un auténtico refugio para creadores y amantes del arte. Sus calles empedradas, coronadas por casas blancas y cúpulas azul cobalto, han sido musa de inspiración para bohemios y artistas de todo el mundo. Este encantador pueblo mediterráneo no solo preserva su esencia marinera, sino que además acoge una oferta cultural vibrante y variada.

Abahana Villas - Vista de la bahía de El Portet de Moraira.
El Portet: Memorias de verano en Moraira

Dicen que hay lugares que no se olvidan, que permanecen intactos en la memoria sin importar cuántos veranos hayan pasado. El Portet es uno de esos rincones. Una pequeña bahía en Moraira donde el tiempo parece detenerse, donde el mar sigue abrazando la orilla con la misma ternura de siempre y el Peñón, imperturbable, continúa saludando a los que llegan descalzos.